miércoles, 26 de junio de 2013

Capitulo 1.

Lunes de diciembre por la mañana. ¿Algo mejor? Odio los lunes, y más si tengo que ir a aquel odioso instituto. Tener 15 años nunca nadie dijo que fuera fácil, y no es que lo sea. Creo que un adolescente es una mezcla de felicidad y sufrimiento continuo, la etapa más bipolar de nuestras vidas. Yo, no soy la típica adolescente guapa. Por guapa me refiero a aquella adolescente rica, y con 5 kilos de cola-cao en la cara. Yo soy, más bien diferente (por no decir rara). Me gusta leer, no visto a la moda, no salgo con mis amigas, tampoco es que tenga.

Se me hacía tarde, así que pegué un salto de la cama, levante la persiana de mi cuarto y abrí aquel inmenso pero vacío armario. Decidí que me pondría una camiseta blanca ancha y una chaqueta gris más ancha aún. Unos vaqueros, y aquellos botines desgastados. Fui hacía el servicio y me miré al espejo. Bah, para que molestarse mucho, me lavé la cara, me cepillé los dientes, me eché colonia, desodorante, y recogí me pelo con una gran cola alta. Mi pelo, tampoco era bonito. Liso y castaño, y llegaba a la mitad de la espalda. Bajé tarareando una canción que se me pegó ayer, "Gotta be you" de One direction. ¡Eso chicos eran geniales! Me encantaban. Toda su música era buena, para mi gusto. Cuando llegué abajo había una nota en la mesa del comedor que decía:
Cariño, he ido a correr con la vecina de al lado, luego nos 
quedaremos por centro y nos tomaremos 
algo, no estaré aquí hasta las 6:00 PM.
 Prepárate algo de comer tú, y desayuna, que es
 la comida más importante del día. Te quiero, que lo sepas Natalia. 
Mamá.

Yo nunca desayuno, pero bueno, me llevaré una manzana al instituto. Cogí la mochila y salí. Fui dando un agradable paseo hasta el instituto que se encontraba a 100 metros de mi casa. Quizás la parte más divertida de el día era esta, el camino hacia el instituto o, por la noche, al dormir. Ya veía el instituto, y estaban las típicas chicas maquilladas hasta las trancas, con las minifaldas en diciembre. Y los chicos detrás de ellas como perros. Los chicos de mi instituto parecían anormales. Sólo le importaban las tías y el fútbol. Ya está. Aunque tampoco puedo hablar mucho, yo casi siempre estoy en otro mundo con los libros y no vivo la realidad mucho. Tampoco es que la realidad sea bonita. La realidad duele.

Entré en el centro de enseñanza y me encontré con Mario.
-Hola, Natalia. ¿Has hecho los deberes de física?-dijo agachando la cabeza como si estuviera avergonzado.
-Hola Mario, sí, ¿y tú? Eran pocos, y además fáciles. ¿No crees? ¿Vamos a clase?
-Sí, la verdad sí eran fáciles. Sí, bueno, vamos.

Mario era mi único amigo. No le contaba nada sobre mí. Ni él a mí sobre él, sólo que eramos los "marginados" y eso nos une. Entramos en la clase y miré a Mario sonriendo. Me senté, colgé la maleta en la silla y saqué los libros de Matemáticas. Matemáticas a primera hora. Un lunes. En diciembre.

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