miércoles, 26 de junio de 2013

Capítulo 2.

Cada vez entraban más alumnos, y ocupaban sus correspondientes asientos. Sonó el timbre, y justo entonces entró el profesor de matemáticas por la puerta del aula. Un señor de anciana edad, alto, delgado y con un bigote gris.

-Buenos días.-dijo el profesor, y a continuación carraspeó con la garganta.
-Buenos días.-respondieron algunos alumnos.
-A ver, hoy trabajaremos en grupo de cuatro. Vamos a hacer un trabajo, que será para final de curso, sobre estadística. Cada grupo eligirá el tema de su trabajo, y en folios me entregará la entrevista utilizada, y una gráfica. Yo haré los grupos.

Perfecto. Un trabajo con tres compañeros. Con lo bien que se me da hacer amigos. El profesor fue haciendo grupos. Se colocó delante de mi mesa. Me miró, arqueó la ceja y miró a la clase. Ese profesor no era precisamente "simpático".

-A ver, Natalia. Tú, compondrás un grupo con Mario, Elena y Gabriel.-los cuatro nos miramos y sonreímos- Juntad las mesas, está clase se tratará de organizar como haréis el trabajo.

Le hicimos caso, nos juntamos y nos miramos. Gabriel era el típico chico guapo de la clase, pero que pasaba de las tías. A pesar de eso, era popular. Elena, era la novia de mi primo, así que la conocía. Y Mario, era Mario, mi amigo.

-Haber, deberíamos quedar para hacerlo, ¿no creéis?-dijo Elena sonriente y guapa como siempre.
-Pues sí, ¿sobre qué lo haremos?-dijo Gabriel.
-Me da igual, sí queréis podemos quedar mañana en mi casa.-dije, muy nerviosa.
-Por mi bien- dijo Gabriel, sonriéndome.

Aquel chico me agradaba. Pero tenía algo que no me gustaba. Me atraía. Pero yo nunca iba a gustarle, soy rara. Soy fea. Y eso los chicos no lo quieren. Además, nunca he besado a ningún chico. Vale, me estaba haciendo un lío.

Me empezaba a encontrar mal, así que decidí irme a casa. Llegué y me senté en el sofá. Me tumbé intentando reflexionar sobre mi vida. Ya no había más clase hasta dentro de dos semanas. Eso era un milagro. Habría que aprovecharlo. Ya me encontraba mejor, no me dolía tanto la barriga. Así que me levante de aquel sofá blanco, y subí las escaleras hasta mi cuarto. Cogí la cámara y me fui por el centro de la cuidad.

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