jueves, 25 de julio de 2013

Capítulo 6.

En el camino hacia casa, sólo podía pensar en aquel abrazo. Me había gustado, y olía muy bien. Pero no, debería concentrarme en ayudar a mi madre a preparar la casa, y en los estudios, en 2 semanas empezaba las clases en un nuevo instituto. Cuando llegué a casa me senté en el sofá y encendí la televisión. Estaban las noticias, y las vi.

-Natalia, natalia, cielo.
-Di...di...dime.-dije abriendo los ojos.
-Te has quedado dormida cariño.-dijo mi madre con una sonrisa.- La cena está lista.
-¿Qué hay de cenar?
-Sopa de pollo.
-¡Mi favorita!-dije levantándome del sofá.

Fuimos a la cocina y nos sentamos en una mesa alargada colocada debajo de unas lamparas que caían del techo.

-Bueno cariño, ¿cómo ha ido ese paseo?-dijo mi madre mientras llenaba la cuchara de sopa.
-Pues bien, he ido al Starbucks, y he leído.
-Hace mucho tiempo que no lees.
-Pues sí.-dije mientras me metía la cuchara en la boca y una gota de sopa caía por mi barbilla.- ¿Y las servilletas?
-Se me han olvidado ponerlas, cogelas la encimera.

Volví con las servilletas y mi barbilla ya limpia.

-Oye, ¿quieres que mañana vayamos a una libreria y te compro libros?-me preguntó mi madre.
-¡Si! ¡Mamá gracias!-corrí al otro lado de la mesa a abrazarla.

Le dí un beso, recogí mi plato y subí a mi cuarto, me puse el pijama y saqué el número de Gonzalo del bolsillo del pantalón. Me tapé y cogí el móvil agregué a contactos a Gonzalo, y le envie un mensaje.

"Holaa!!! ¿Cómo estás? Soy la chica del Starbucks, me llamo Natalia."

Que vergüenza. Pero bueno. Le dí a enviar.



sábado, 20 de julio de 2013

Capítulo 5.

Bueno, la verdad es que la idea de mudarme no me había emocionado, pero tampoco me importaba. Decidí que sería bueno investigar el barrio y salí a dar un paseo. Aquello era precioso. Llegué a una plaza, estaba llena de gente. Niños jugando con coches eléctricos, madres hablando sentadas en bancos de hierro, adolescentes sentados con la música a todo volumen...En una esquina, había un starbucks, y decidí tomarme un frappuccino de caramelo. Entré y una señorita de aspecto joven y simpático me atendió.

-Buenas tardes, ¿qué desea?
-Buenas tardes, un frappuccino de caramelo por favor.
-¿Algo más? Dígame su nombre por favor, si no le importa.-dijo mientras cojía un vaso y marcaba una casilla y a continuación escribía mi nombre.
-No, gracias. Sí, claro, me llamo Natalia.
-Muchas gracias, son 3, 90€ por favor. Enseguida le nombrarán para que vaya a recoger su frappuccino.

Le sonreí, y me esperé apoyada en el mostrador mirando como hacían mi frappuccino. 

-¿Natalia?
-Sí, soy yo. Gracias.
-De nada, que aproveche.

Subí a la planta de arriba, para mi suerte había una estantería de libros y podría leer. Hacía tiempo que no leía y moría por leer algo. Escogí un libro que se llamaba "Escucharás mi corazón" de Alessio Puleo. Tenía buena pinta. Me senté en un sofá verde con mi frappuccino y mi libro, empecé a leer.

-Perdone.-dijo alguien de voz grave.
-¿Sí?-levanté la cabeza y era un chico de 18 años más o menos.
-¿Me puedo sentar en el sofá este? Es que no hay sitio. Y al igual que tú, me apetece leer algo.
-Sí, claro, siéntese.
-Muchas gracias.

Le sonreí y seguí leyendo, pero no podía concentrarme. Aquel chico me atraía. No sé, es mi primer día en Valencia, y hasta dentro de dos semana no empiezo el instituto. Debería preocuparme por eso, pero es que necesitaba conocerlo. Algo, como un sexto sentido me decía que le pidiera su número. O a lo mejor es que necesitaba un abrazo. Sí, sería eso. Pero parecería una loca. Aunque aquí nadie me conoce, no creo que vuelva a ver a este chico en la vida, así que, le interrumpí la lectura.

-Perdona.-dije levantándome.
-Dime, yo también me voy.-se levantó. 
-Es una pregunta estúpida, igual que yo, pero, ¿me podrías dar un abrazo? 
-Claro.-se acercó a mí y me abrazó mientras se reía. Me sacaba como dos cabezas.-Pero, ¿se puede saber por qué?
-No sé, necesitaba uno.-dije mirando al suelo.
-Pues toma, si necesitas otro aquí tienes mi número.-me dio un papel con su nombre y su número.

Se fué. Se llamaba Gonzalo. Bonito nombre, pero yo sólo quería un abrazo, o eso trataba de autoconvencerme.

viernes, 19 de julio de 2013

Capítulo 4.

Me desperté gracias al despertador. Eran las 8:15 AM. Mire por la ventana, y vi como el sol empezaba a alumbrar mi habitación blanca. Anoche en cuanto terminé la maleta, me quedé dormida. Estaba muy cansada, y hoy tendría que coger el avión. Me levante de la cama, y me puse el jersey y las mallas que dejé ayer preparados. Abrí la puerta de mi habitación y fuí hacia el servicio, me lavé la cara y me hice una trenza. Me eché un poco de rimel para sentirme un poco mejor. Cogí la maleta y el neceser y bajé abajo. Estaba mi madre con Patricia.

-Buenos días.-dije mientras bostezaba.
-Buenos días cielo, ¿cómo estas?-dijo Patricia mientras sonría a la misma vez que mi madre.
-Bien, bien. ¿Y usted?-dije mientras me sentaba en una silla.
-Bien cariño, bueno, espero que tengáis un agradable viaje.
-Gracias.-dije sonriendo.

A la media hora nos fuimos, y un taxi nos recogió en la puerta de casa para llevarnos al aeropuerto. Tardamos como una hora en llegar. Una hora en silencio con música de fondo. Creo que eran "The Beatles" no era fan ni nada, pero algunas canciones molaban. Bajamos y entramos en el aeropuerto. Había muchos pasillos y muchísima gente. Mi madre me guió, entregamos los pasaportes, y fuimos a sentarnos. Yo encendí el móvil y puse música. Me puse los auriculares para no molestar a nadie. Y escuché "Made in the USA" de Demetria. Me encantaba esa canción. De repente mi madre me quitó un auricular.

-Natalia, vamos que tenemos que embarcar.

Fuimos hasta llegar a una cola de gente. Cuando llegó nuestro turno entregamos los billete y entramos por una especie de pasillo con cristales. Entramos en el avión y nos sentamos en nuestros correspondientes asientos. Entró más gente. La azafata se colocó en medio del pasillo y hizo las típicas señales, por si hubiera cualquier problema durante el vuelo. Tumbé la cabeza para un lado y creó que me quedé dormida.

-Natalia, cariño, ya hemos llegado.

Abrí los ojos, y vi como la gente salía del avión para adentrarse en el pasillo aquel. Nos levantamos y hicimos lo mismo. Recogimos las maletas y fuimos a la entrada. Cogimos un taxi que nos llevó a una urbanización en el centro de la cuidad. Bajamos y mi madre abrió aquella cancela oxidada y verde. Caminos hacia un bloque. Bloque 4. Mi madre abrió y pulso el botón del ascensor. Nos miramos y como un autoreflejo, sonreimos. Subimos al ascensor y mi madre pulsó el número 3. Llegamos mi madre abrió la puerta y entramos. Era una piso precioso.

lunes, 15 de julio de 2013

Capítulo 3.

Estaba andando por el centro de la cuidad. Hacía un poco de viento, y estaba nublado, por esa razón entré a una cafetería, podría ponerse a llover en cualquier momento. Escuché el tono de llamada de mi móvil. Saqué el móvil del bolsillo lo más rápido que pude, deslicé el botón verde de la pantalla de mi teléfono táctil, y respondí.

-¿Sí?
-Hola cariño, soy mamá, ven a casa en cuanto puedas.
-De acuerdo, pero, ¿pasa algo?
-No, tranquila. Un beso, te quiero.

Y colgó. ¿Qué querría mi madre? ¿No estaba con la vecina? Todo esto es muy raro. Cogí el autobús para intentar llegar a casa lo más rápido posible. Pagué 1,50 €, y me senté en un asiento naranja de plástico. Al lado mio estaba sentada una señora mayor con muchas joyas, y vestimenta muy elegante. Algunos tenemos tan poco, y otros tanto. La miré y creo que se dio cuenta de que la observaba porque me miró a la vez. Las dos sonreímos con una sonrisa bastante falsa, y miramos para otro lado.

Llegué a casa. Busqué la llave por mi bolso, y al encontrarlas, las saqué y introducí la más grande en la cerradura. Dos vueltas, y empujo. Entré y ví a mi madre sentada en el sofá mirando la mesa de cristal. Encima de la mesa estaban sus llaves y su teléfono. Giró la cabeza y me miró. Tenía una lagrima en la mejilla derecha. Caía despacio. Eso me destrozó. ¿Qué ocurría? No lo entiendo. Tiré el bolso en el suelo y fuí corriendo a abrazarla.

-Mamá, mamá, ¿qué te pasa? ¿estás bien? 
-Sí, cariño.-las lagrimas se acumularon.-
-Pero, ¿qué ha pasado? Haber siéntate, relájate y cuéntame.
-Verás cariño...

Durante media hora me estuvo explicando todo. Mientras estaba con la vecina, la llamaron del trabajo. Nos teníamos que mudar a otra cuidad. Han trasladado a mi madre a otro hospital. Ella ejerce como enfermera, y en el hospital de Valencia le hacen falta más enfermeras, aquí sobraban y una cosa llego a la otra. O se trasladaba o la despedían. Yo no iba a dejar que eso pasase. A mi madre le gusta su trabajo, y no quiero que se quede sin él. Y al fin y al cabo, mi vida no cambiaría tanto. Aquí no tengo amigos. Ni nada que se acerque a eso. Mario, pero no creo que le importase demasiado.

-Nos tendremos que ir mañana por la mañana, a las once menos veinte sale el avión. Haz tu maleta, yo me encargaré de las cosas de la casa, tu encárgate de tus cosas, la ropa y eso ¿de acuerdo?
-Sí mamá. Si necesitas ayuda dímelo.
-Ahora llamaré a Patricia para decírselo.
-Vale.

Patricia era la casera. Cuando murió mi padre hace dos años, dejamos de tener dos sueldos y no podíamos pagar la hipoteca. Nos mudamos a esta casa de alquiler. Mi madre sigue afectada con lo de mi padre. Para mí fue muy duro. Pruebas de la vida.

miércoles, 26 de junio de 2013

Capítulo 2.

Cada vez entraban más alumnos, y ocupaban sus correspondientes asientos. Sonó el timbre, y justo entonces entró el profesor de matemáticas por la puerta del aula. Un señor de anciana edad, alto, delgado y con un bigote gris.

-Buenos días.-dijo el profesor, y a continuación carraspeó con la garganta.
-Buenos días.-respondieron algunos alumnos.
-A ver, hoy trabajaremos en grupo de cuatro. Vamos a hacer un trabajo, que será para final de curso, sobre estadística. Cada grupo eligirá el tema de su trabajo, y en folios me entregará la entrevista utilizada, y una gráfica. Yo haré los grupos.

Perfecto. Un trabajo con tres compañeros. Con lo bien que se me da hacer amigos. El profesor fue haciendo grupos. Se colocó delante de mi mesa. Me miró, arqueó la ceja y miró a la clase. Ese profesor no era precisamente "simpático".

-A ver, Natalia. Tú, compondrás un grupo con Mario, Elena y Gabriel.-los cuatro nos miramos y sonreímos- Juntad las mesas, está clase se tratará de organizar como haréis el trabajo.

Le hicimos caso, nos juntamos y nos miramos. Gabriel era el típico chico guapo de la clase, pero que pasaba de las tías. A pesar de eso, era popular. Elena, era la novia de mi primo, así que la conocía. Y Mario, era Mario, mi amigo.

-Haber, deberíamos quedar para hacerlo, ¿no creéis?-dijo Elena sonriente y guapa como siempre.
-Pues sí, ¿sobre qué lo haremos?-dijo Gabriel.
-Me da igual, sí queréis podemos quedar mañana en mi casa.-dije, muy nerviosa.
-Por mi bien- dijo Gabriel, sonriéndome.

Aquel chico me agradaba. Pero tenía algo que no me gustaba. Me atraía. Pero yo nunca iba a gustarle, soy rara. Soy fea. Y eso los chicos no lo quieren. Además, nunca he besado a ningún chico. Vale, me estaba haciendo un lío.

Me empezaba a encontrar mal, así que decidí irme a casa. Llegué y me senté en el sofá. Me tumbé intentando reflexionar sobre mi vida. Ya no había más clase hasta dentro de dos semanas. Eso era un milagro. Habría que aprovecharlo. Ya me encontraba mejor, no me dolía tanto la barriga. Así que me levante de aquel sofá blanco, y subí las escaleras hasta mi cuarto. Cogí la cámara y me fui por el centro de la cuidad.

Capitulo 1.

Lunes de diciembre por la mañana. ¿Algo mejor? Odio los lunes, y más si tengo que ir a aquel odioso instituto. Tener 15 años nunca nadie dijo que fuera fácil, y no es que lo sea. Creo que un adolescente es una mezcla de felicidad y sufrimiento continuo, la etapa más bipolar de nuestras vidas. Yo, no soy la típica adolescente guapa. Por guapa me refiero a aquella adolescente rica, y con 5 kilos de cola-cao en la cara. Yo soy, más bien diferente (por no decir rara). Me gusta leer, no visto a la moda, no salgo con mis amigas, tampoco es que tenga.

Se me hacía tarde, así que pegué un salto de la cama, levante la persiana de mi cuarto y abrí aquel inmenso pero vacío armario. Decidí que me pondría una camiseta blanca ancha y una chaqueta gris más ancha aún. Unos vaqueros, y aquellos botines desgastados. Fui hacía el servicio y me miré al espejo. Bah, para que molestarse mucho, me lavé la cara, me cepillé los dientes, me eché colonia, desodorante, y recogí me pelo con una gran cola alta. Mi pelo, tampoco era bonito. Liso y castaño, y llegaba a la mitad de la espalda. Bajé tarareando una canción que se me pegó ayer, "Gotta be you" de One direction. ¡Eso chicos eran geniales! Me encantaban. Toda su música era buena, para mi gusto. Cuando llegué abajo había una nota en la mesa del comedor que decía:
Cariño, he ido a correr con la vecina de al lado, luego nos 
quedaremos por centro y nos tomaremos 
algo, no estaré aquí hasta las 6:00 PM.
 Prepárate algo de comer tú, y desayuna, que es
 la comida más importante del día. Te quiero, que lo sepas Natalia. 
Mamá.

Yo nunca desayuno, pero bueno, me llevaré una manzana al instituto. Cogí la mochila y salí. Fui dando un agradable paseo hasta el instituto que se encontraba a 100 metros de mi casa. Quizás la parte más divertida de el día era esta, el camino hacia el instituto o, por la noche, al dormir. Ya veía el instituto, y estaban las típicas chicas maquilladas hasta las trancas, con las minifaldas en diciembre. Y los chicos detrás de ellas como perros. Los chicos de mi instituto parecían anormales. Sólo le importaban las tías y el fútbol. Ya está. Aunque tampoco puedo hablar mucho, yo casi siempre estoy en otro mundo con los libros y no vivo la realidad mucho. Tampoco es que la realidad sea bonita. La realidad duele.

Entré en el centro de enseñanza y me encontré con Mario.
-Hola, Natalia. ¿Has hecho los deberes de física?-dijo agachando la cabeza como si estuviera avergonzado.
-Hola Mario, sí, ¿y tú? Eran pocos, y además fáciles. ¿No crees? ¿Vamos a clase?
-Sí, la verdad sí eran fáciles. Sí, bueno, vamos.

Mario era mi único amigo. No le contaba nada sobre mí. Ni él a mí sobre él, sólo que eramos los "marginados" y eso nos une. Entramos en la clase y miré a Mario sonriendo. Me senté, colgé la maleta en la silla y saqué los libros de Matemáticas. Matemáticas a primera hora. Un lunes. En diciembre.

Prólogo.

"- ¿Te quedarás conmigo? 
+ ¿Quedarme contigo? ¿Para qué? ¿Para estar todo el tiempo discutiendo? 
- Eso es lo que hacemos, discutir. Tú me dices cuando soy un maldito arrogante y yo te digo cuando das mucho la tabarra, y lo haces el 99% del tiempo. Sé que no puedo herir tus sentimientos porque tienen un promedio de 2 segundos de rebote y otra vez vuelves a la carga. 
+ ¿Entonces qué? 
- Pues que no será fácil, va a ser muy duro. Tendremos que esforzarnos todos los días y quiero hacerlo porque te deseo. Quiero tenerte para siempre, Tú y Yo todos los días. ¿Harías algo por mí?.. Por favor imagina tu vida dentro de 30 o 40 años, ¿cómo la ves? Si es junto a ese hombre, vete. Te largaste una vez y lo soportaré otra si creyera que es lo que quieres, pero jamás tomes la vía fácil. 
+ ¿A qué vía te refieres? No hay ninguna fácil, haga lo que haga alguien acabará sufriendo. 
- ¿Podrías dejar de pensar en lo que quieren los demás? Incluso olvida lo que yo quiero y lo que él quiere o lo que tus padres quieren,¿tú qué quieres? 
+ No es tan sencillo."-El diario de Noah.