En el camino hacia casa, sólo podía pensar en aquel abrazo. Me había gustado, y olía muy bien. Pero no, debería concentrarme en ayudar a mi madre a preparar la casa, y en los estudios, en 2 semanas empezaba las clases en un nuevo instituto. Cuando llegué a casa me senté en el sofá y encendí la televisión. Estaban las noticias, y las vi.
-Natalia, natalia, cielo.
-Di...di...dime.-dije abriendo los ojos.
-Te has quedado dormida cariño.-dijo mi madre con una sonrisa.- La cena está lista.
-¿Qué hay de cenar?
-Sopa de pollo.
-¡Mi favorita!-dije levantándome del sofá.
Fuimos a la cocina y nos sentamos en una mesa alargada colocada debajo de unas lamparas que caían del techo.
-Bueno cariño, ¿cómo ha ido ese paseo?-dijo mi madre mientras llenaba la cuchara de sopa.
-Pues bien, he ido al Starbucks, y he leído.
-Hace mucho tiempo que no lees.
-Pues sí.-dije mientras me metía la cuchara en la boca y una gota de sopa caía por mi barbilla.- ¿Y las servilletas?
-Se me han olvidado ponerlas, cogelas la encimera.
Volví con las servilletas y mi barbilla ya limpia.
-Oye, ¿quieres que mañana vayamos a una libreria y te compro libros?-me preguntó mi madre.
-¡Si! ¡Mamá gracias!-corrí al otro lado de la mesa a abrazarla.
Le dí un beso, recogí mi plato y subí a mi cuarto, me puse el pijama y saqué el número de Gonzalo del bolsillo del pantalón. Me tapé y cogí el móvil agregué a contactos a Gonzalo, y le envie un mensaje.
"Holaa!!! ¿Cómo estás? Soy la chica del Starbucks, me llamo Natalia."
Que vergüenza. Pero bueno. Le dí a enviar.
Por favor, no dejes de leer...y de escribir.
ResponderEliminarUn abrazo
Sigue Princesa, no dejes de sorprenderme.
ResponderEliminarQue chuli Blanca
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