lunes, 15 de julio de 2013

Capítulo 3.

Estaba andando por el centro de la cuidad. Hacía un poco de viento, y estaba nublado, por esa razón entré a una cafetería, podría ponerse a llover en cualquier momento. Escuché el tono de llamada de mi móvil. Saqué el móvil del bolsillo lo más rápido que pude, deslicé el botón verde de la pantalla de mi teléfono táctil, y respondí.

-¿Sí?
-Hola cariño, soy mamá, ven a casa en cuanto puedas.
-De acuerdo, pero, ¿pasa algo?
-No, tranquila. Un beso, te quiero.

Y colgó. ¿Qué querría mi madre? ¿No estaba con la vecina? Todo esto es muy raro. Cogí el autobús para intentar llegar a casa lo más rápido posible. Pagué 1,50 €, y me senté en un asiento naranja de plástico. Al lado mio estaba sentada una señora mayor con muchas joyas, y vestimenta muy elegante. Algunos tenemos tan poco, y otros tanto. La miré y creo que se dio cuenta de que la observaba porque me miró a la vez. Las dos sonreímos con una sonrisa bastante falsa, y miramos para otro lado.

Llegué a casa. Busqué la llave por mi bolso, y al encontrarlas, las saqué y introducí la más grande en la cerradura. Dos vueltas, y empujo. Entré y ví a mi madre sentada en el sofá mirando la mesa de cristal. Encima de la mesa estaban sus llaves y su teléfono. Giró la cabeza y me miró. Tenía una lagrima en la mejilla derecha. Caía despacio. Eso me destrozó. ¿Qué ocurría? No lo entiendo. Tiré el bolso en el suelo y fuí corriendo a abrazarla.

-Mamá, mamá, ¿qué te pasa? ¿estás bien? 
-Sí, cariño.-las lagrimas se acumularon.-
-Pero, ¿qué ha pasado? Haber siéntate, relájate y cuéntame.
-Verás cariño...

Durante media hora me estuvo explicando todo. Mientras estaba con la vecina, la llamaron del trabajo. Nos teníamos que mudar a otra cuidad. Han trasladado a mi madre a otro hospital. Ella ejerce como enfermera, y en el hospital de Valencia le hacen falta más enfermeras, aquí sobraban y una cosa llego a la otra. O se trasladaba o la despedían. Yo no iba a dejar que eso pasase. A mi madre le gusta su trabajo, y no quiero que se quede sin él. Y al fin y al cabo, mi vida no cambiaría tanto. Aquí no tengo amigos. Ni nada que se acerque a eso. Mario, pero no creo que le importase demasiado.

-Nos tendremos que ir mañana por la mañana, a las once menos veinte sale el avión. Haz tu maleta, yo me encargaré de las cosas de la casa, tu encárgate de tus cosas, la ropa y eso ¿de acuerdo?
-Sí mamá. Si necesitas ayuda dímelo.
-Ahora llamaré a Patricia para decírselo.
-Vale.

Patricia era la casera. Cuando murió mi padre hace dos años, dejamos de tener dos sueldos y no podíamos pagar la hipoteca. Nos mudamos a esta casa de alquiler. Mi madre sigue afectada con lo de mi padre. Para mí fue muy duro. Pruebas de la vida.

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